Al entrar en el metro, descubrió que el tiempo era suyo, ya no importaba ni el ruido ni lo rápido que fueran las cosas a su alrededor, ya no habían distracciones, ya no se asfixiaba con las prisas de la gente. Pudo sentir por un instante una extraña sensación de tranquilidad en su pecho, en medio, de lo que ya no era ajetreo. Aquella era su parada se abren las puertas y se baja del tren, mira a los lados, viéndolo todo y a la vez nada, siente una cálida brisa en su nuca, al fin... ahí está, ahí está... lo que tanto añoró, lo que tanto le costó... su libertad.
2 jun 2018
El Aprecio a la Vida
Publicado por
Kinfa Rieck
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